1 CORINTIOS /HUMILDAD / 1 CORINTIOS 4:6-13

Pues, ¿Quién te hace mejor que los demás? ¿Y qué tienes que Dios no te haya dado? ¿Por qué presumes como si lo hubieras conseguido por ti mismo? (1 Corintios 4:7)

Pablo desarrolla ante los corintios el tema de la humildad pues la comunidad, como sabemos por el contexto de la carta, era notable por la abundancia de dones y talentos que, todo parece indicar, les llevaba a una cierta actitud de orgullo espiritual y esto, lamentablemente, siempre lleva al desprecio de los demás.

En el mundo griego la humildad no era considerada como una virtud sino más bien como debilidad de carácter. Hemos de afirmar que se trata de una aportación de la fe cristiana. Jesús, nuestro Maestro, afirmó que aprendiéramos de Él porque era, precisamente, manso y humilde de corazón. Para los griegos la mayor de las virtudes, según afirmaba Aristóteles, era la grandeza de corazón. Hasta aquí todo bien, sin embargo, él definía esta grandeza de corazón como la cualidad de no ser insultado. Nuevamente la sabiduría de Dios era y es locura para los hombres.

Pero ¿Cuál es la base de esa humildad? La gracia. El apóstol afirma que todo lo que tenemos ha sido recibido de parte de Dios. Nuestra salvación, la premisa fundamental, la hemos recibido no debido a, más bien a pesar de. Los dones espirituales y las habilidades naturales que nos permiten crecer e incluso prosperar en la vida son otorgados por el Señor. Cierto, con el capital recibido -como en la parábola de los talentos- nosotros lo invertimos de la mejor manera posible y ciertamente en esto algunos son más diligentes que otros. No conviene, sin embargo, olvidar que lo conseguido, sea mucho o poco, es debido a que el capital con que comenzaste ha sido dado por la gracia de Dios. La próxima vez que tengamos la tentación, el deseo, la tendencia, la propensión a sentirnos mejor, superiores, más espirituales que otros, no olvidemos que todo en nuestra vida es y seguirá siendo en base a la gracia.

¿Cómo puede esta verdad afectar a tu vida personal?