LA FE EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS: DESANIMADOS
Recuerda mi pena amarga que es ajenjo envenenado. Me acuerdo constantemente y se me derrumba el ánimo. Pero algo viene a mi mente que me llena de esperanza: que tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota; ¡ se renuevan cada día por tu gran fidelidad! Tú eres mi herencia, Señor, por eso confío en ti. (Lamentaciones 3:19-24) Jeremías, el profeta, escribió estas palabras en el contexto de una catástrofe nacional. El reino de Judá dejaba de existir como nación independiente, Jerusalén era destruida y la mayoría de sus compatriotas eran enviados a la cautividad de Babilonia. Ante esta situación, el profeta nos comunica una mezcla de estados de ánimo; por un lado, reconoce que la situación le supera, le desborda emocionalmente (invito a leer completo el capítulo tres para verlo con más intensidad) que experimenta una pena profunda y se le derrumba, literalmente, el ánimo. Jeremías es muy consciente de la realidad, ni la frivolidad, ni minimiza, ni