A MÍ ME LO HABÉIS HECHO
Mateo 25:31-46 He leído varias veces últimamente este pasaje del juicio final. Jesús narra el día en que toda la humanidad será juzgada. Unos recibirán condenación eterna, sea lo que sea lo que eso signifique, y otros, por el contrario, salvación eterna. Hasta aquí todo va bien. Lo inquietante y turbador es que la base para esa selección se basa en la forma en que hemos tratado a Jesús y él mismo indica que eso queda evidenciado por la forma en que tratamos a nuestro prójimo y, nuestro prójimo, incluye a nuestros enemigos. Jesús me enseña uno de los principios más revolucionarios y exigentes del discipulado, a saber, que en mi prójimo me encuentro con el Maestro y cuando ministro a mi prójimo lo ministro a Él. Y, siguiendo con esa lógica, cuando dejo de ministrar a mi prójimo en sus necesidades le doy la espalda al mismo Jesús. En el prójimo encuentro al Maestro y como trato a otro ser humano es como trato al mísmisimo Jesús. Treméndamente desafiante porque constantemente estamos inter