POR LA BOCA MUERE EL PEZ
Por eso, tú, quienquiera que seas, no tienes excusa cuando te exiges en juez de los demás. Al juzgar a otro, tú mismo te condenas, pues te eriges en juez no siendo mejor que los demás. (Romanos 2:1) El refrán dice que por la boca muere el pez. El significado es que cuando abrimos la boca más de la cuenta y hacemos juicios no meditados, nos convertimos en rehenes de nuestras propias palabras y pensamientos. Cuando emitimos un juicio sobre otros estamos reconociendo, seamos conscientes o no de ello, la existencia de una ley, un patrón o una norma bajo la cual medimos a esas personas. Las medimos y, por decirlo de alguna manera, consideramos que no dan la talla y, consecuentemente, las condenamos. Pero esa misma ley que usamos para juzgar a otros se vuelve contra nosotros mismos. Nos quita el papel de jueces y nos convierte en reos, ya que al juzgar a otros le hemos dado a la ley autoridad para hacer lo mismo con nosotros. No juzguéis, afirma el Señor Jesús, para que no seáis juzgados.