CUARESMA, DÍA 16
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy. —1 Corintios 15:10 No puedo leer la parábola del hijo pródigo -que más bien debería llamarse del padre que ama y perdona- sin conmoverme. Lo hago porque me veo total y absolutamente refleja- do en ese hijo que regresa a casa consciente de su fracaso, de su rebelión contra Dios y contra su Padre, entendiendo todo el sufrimiento que ha causado a otros y se encuentra con una respuesta inesperada. Vuelve a casa para encontrarse, primero con un padre que se pone en ridículo delante de sus conciudadanos al correr al encuentro de su hijo -algo totalmente indigno de una persona de edad en aquel contexto-. Se encuentra con una padre que no admite explica- ciones sino que expresa gozo y alegría. Un padre que lejos de admitirlo como un jorna- lero más le devuelve a la condición de hijo y, nuevamente, heredero. En definitiva, aquel hijo se encuentra con la gracia escandalosa, inmerecida e incomprensible de parte de su padre hacia él. Y esa es