EL DIOS QUE LLAMA Y PROMETE SU PRESENCIA
Se acabó el libro de Deuteronomio y justo comienzo otro bien conocido, Josué. Hoy he leído los tres primeros capítulos, su llamada al liderazgo, los espías enviados a Jericó y el pasó del río Jordán por parte de todo el pueblo. Lo que ha llamado mi atención ha sido el hecho de que Josué fue llamado por Dios para llevar a cabo la tarea de conquistar y repartir la tierra prometida entre el pueblo y, consecuentemente, el Señor prometió estar con él, acompañarlo y hacer que su autoridad creciera a los ojos del pueblo. Me he hecho pensar acerca del liderazgo cristiano y la necesidad de estar seguro que aquello que hacemos es realmente lo que Dios espera que hagamos. He visto con mucha frecuencia en organizaciones e iglesias que, en primer lugar, definimos lo que queremos hacer y después buscamos la bendición de Dios sobre ello y esperamos que su presencia nos acompañe. En el caso de Josué el proceso fue el inverso, Dios llamó, dio una tarea o misión que llevar a cabo y después ase