SALMO 32/ PERDONADO
Dichoso aquel a quien se perdona su falta, a quien de su pecado se absuelve. Dichoso aquel aquel al que le Señor no le imputa culpa alguna. (Salmo 32:1-2) Una de las cosas más maravillosas del seguimiento de Jesús es poder experimentar el perdón de los pecados. Vivir con la culpa es duro y desgasta, puede hacer la existencia miserable y difícil de soportar. La culpa nos resta dignidad y nos recuerda una y otra vez que no merecemos tener una relación personal con Dios. La culpa nos enfrenta con nuestra propia realidad como seres caídos y miserables, sin embargo, lo hace desde un perspectiva disfuncional y enfermiza. La culpa no es mala. Sentirnos culpables es un síntoma de estar sanos moral y espiritualmente. La carencia de culpa es, consecuentemente, un signo de dureza de corazón y, en grado extremo, de psicopatía. La culpa nos muestra que nuestros sensores morales y espirituales están en buenas condiciones, funcionan y tiene la capacidad para identificar situaciones