LA IGLESIA, UN SOLO CUERPO
Sabido es que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y que los diversos miembros, por muchos que sean, constituyen un solo cuerpo. Lo mismo sucede con Cristo. Todos nosotros, en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido en el bautismo un mismo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo; a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu. (1 Corintios 12:12-13) El pasaje al que pertenecen estos versículos es muy profundo. En el mismo se nos habla de la unidad en la diversidad, de la pertenencia común a un mismo cuerpo místico, la iglesia, al que todos hemos sido incorporados por el hecho de haber recibido el bautismo y el Espíritu Santo que, como el mismo Pablo indica, es la paga y señal, la prenda, la garantía de nuestra pertenencia a la familia del Señor y de la herencia futura que recibiremos. Y aquí es donde probablemente entramos en conflicto con nuestra propia teología personal y/o denominacional, una teología que nos lleva a excluir del cuerpo a a