NO CONFUNDAS QUIÉN ES EL AUTÉNTICO ENEMIGO
La competitividad es algo evidente en los círculos cristianos. Todos, en una medida u otra, sentimos esa presión, esa carga, esa realidad. Nuestra propia inseguridad, la envidia ante los dones de otros, el éxito que puedan tener otros cristianos, las diferencias de opinión y, por qué no reconocerlo, nuestro propio pecado, nos lleva a ver a otros hermanos, a otros compañeros de milica -por usa la terminología que acostumbraba el apóstol Pablo- como enemigos, como el contrario a batir. ¡Qué tremendo error y qué gran pecado! Cuando esto sucedo me alío con Satanás, tenga conciencia de ello o no, ataco a mis propias fuerzas, lucho contra mí mismo y le hago el juego al diablo. Me gustaría tener esto siempre presente, especialmente ahora que comieza un nuevo año. Nunca mi hermano debe ser visto por mí como el enemigo. Nunca quiero olvidar que el enemigo a batir es otro, es el adversario antiguo, es el que lucha para que el universo no sea lo que Dios pretendió que fuera. No quiero alinearme c...