JESÚS, MARÍA

Yo soy la esclava del Señor. Que Él haga conmigo como dices. (Lucas 1:38) A los evangélicos nos resulta difícil acercarnos desapasionadamente a la figura de María. Hay un efecto pendular, nos hemos ido del extremo del mundo católico, que le da un protagonismo difícilmente reconocible en las páginas del Nuevo Testamento, al extremo del mundo protestante que la ignora y la elude de forma casi total. Ninguno de ambos polos hace justicia a esa adolescente de Nazaret. Porque María, a pesar de cómo la ha plasmado la mayoría de la iconografía a lo largo de los siglos, era una muchachita que no debía sobrepasar los quince o dieciséis años. Pero sin María no hubiera habido encarnación. Si, ya sé que si ella hubiera dicho ¡No! el Señor habría escogido a otra persona; lo importante, sin embargo, es que ello dio un gran ¡Si! a Dios. Agustín de Hipona afirmó "El hombre sin Dios no puede; Dios sin el hombre no quiere". Si Jesús iba a ser verdaderamente ser...