SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REDENCIÓN 9
Felices los que trabajan en favor de la paz, porque Dios los llamará hijos suyos. (Mateo 5:9)
Los rabinos judíos consideraban que el llamamiento más sublime de un ser humano con- sistía en establecer y promover relaciones justas entre las personas. Aquel que hacía eso, que se esforzaba en esa tarea, reflejaba de forma clara el carácter de Dios, pues el Señor es un Dios de paz. Ya hemos visto que una na de las consecuencias evidentes que ha provocado el pecado es una ruptura en las relaciones entre los seres humanos. Enfrentó a Adán y Eva a causa de quién era responsable de la desobediencia. Enfrentó de forma dramática a Caín con Abel produciendo la muerte de este último. Desde esos inicios la tensión, el conflicto y las discordias entre los seres humanos son una constante; no hay paz.
La bienaventuranza nos indica que todos aquellos que buscan la paz, la reconciliación y la concordia son llamados hijos de Dios pues reflejan su carácter. Por deducción podemos afirmar que, contrariamente, todos aquellos que promueven las discordias, la desunión y los enfrentamientos hacen un claro servicio al diablo que, desde el principio, es el pro- motor de todo eso. Este nos pone en una encrucijada, nos plantea un dilema, servimos a Dios o al diablo, promovemos activamente la paz o el conflicto, estamos alineados con uno o con otro. Nunca un hijo de Dios promoverá el conflicto; y si lo hace, porque no somos perfectos, buscará el perdón, la restitución y la reconciliación.
Al examinar tu vida ¿Qué observas? ¿Pacificador o generador de conflictos? ¿A quién estás sirviendo?
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