SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REDENCIÓN 2


 

Por lo tanto, ya que fuimos hechos justos a los ojos de Dios por medio de la fe, tenemos paz con Dios gracias a lo que Jesucristo nuestro Señor hizo por nosotros. Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios. (Romanos 5:1-2)

El pecado rompió nuestra relación personal con Dios. Desde Edén el ser humano sigue escondiéndose del Señor porque es culpable de haberse rebelado contra Él, su señorío y su autoridad. Todo el sistema veterotestamentario de sacrificios tenía como propósito restablecer, por medio del derramamiento de sangre inocente, la relación rota entre el hombre y Dios; restablecerla aunque fuera de forma temporal, ya que cada pecado volvía a romperla y exigía un nuevo sacrificio en una dinámica sin fin. 

El sacrificio único y definitivo de Jesús por cada uno de nosotros ha terminado con esa separación. La salvación que Él trae restaura la relación entre el ser humano y su Dios, ya no es preciso seguir huyendo, no es necesario esconderse de su presencia. Gracias a Jesús estamos en paz con Dios, una paz definitiva, duradera, inquebrantable.

¿Hasta qué punto estás experimentando la paz en tu relación con Él? 

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