CUARESMA, DÍA 16
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy. —1 Corintios 15:10
No puedo leer la parábola del hijo pródigo -que más bien debería llamarse del padre que ama y perdona- sin conmoverme. Lo hago porque me veo total y absolutamente refleja- do en ese hijo que regresa a casa consciente de su fracaso, de su rebelión contra Dios y contra su Padre, entendiendo todo el sufrimiento que ha causado a otros y se encuentra con una respuesta inesperada.
Vuelve a casa para encontrarse, primero con un padre que se pone en ridículo delante
Y esa es mi historia que, no únicamente se expresó el día en que por medio de la conver- sión decidí volverme al Señor, sino que continua expresándose día tras día porque Dios no deja de mostrarme de mil maneras su gracia. Si algo soy, por insignificante que sea, es debido a su gracia.
La invitación cuaresmal el día de hoy tiene que ver con la forma en que la gracia reci- bida, una y otra vez por parte de Dios, la hacemos extensiva a todos aquellos que nos rodean. La invitación es a reflexionar si actuamos como el hijo aceptado, acogido y perdonado por la gracia o bien, después de haberla experimentado, ya nos consideramos
dignos del favor de Dios y, consecuentemente, privamos a otros de la gracia recibida y que es lo único que puede transformarlos y redimirlos.
¿Qué sientes al pensar en la gracia que Dios te mostró en tu conversión y te sigue mostrando día tras día?
¿Qué preside tus relaciones con otras personas, la ley o la gracia? ¿Qué te impide mostrar a otros la gracia que tú sigues recibiendo? ¿Quién hay a tu alrededor necesitado de gracia?
¿Cómo puedes mostrársela a esta persona?
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