PROFETAS Y REYES / SAMUEL, IDOLATRÍA

 



Si queréis volver totalmente al Señor, retirad de entre vosotros a los dioses y diosas extranjeros, entregaos plenamente al Señor, adoradlo en exclusiva a Él. (1 Samuel 7:3)


El libro de Samuel da un salto de veinte años y nos presenta al profeta y juez ejerciendo su ministerio en Israel. El primer discurso que tenemos registrado de él es una exhortación a dejar la idolatría y volverse al Señor en exclusiva. Ya sabemos lo suficiente de Samuel para estar seguro de que vivía lo que predicaba.

La idolatría es el principal pecado denunciado en las Escrituras y, entre los cristianos, el más difícil de identificar, el que con más facilidad y fuerza se mimetiza y pueda llegar a convertirse en invisible. Nosotros no tenemos imágenes de Dios y nos sentimos orgullosos de ello y, por tanto, a salvo del grave pecado. ¡Gran error! Un ídolo es cualquier cosa que ocupa el primer lugar en tu vida, no a nivel mental, sino práctico. Aquí, tal vez, si somos honestos, comenzamos a ver que puede ser que tengamos, no un ídolo, sino varios. 

Pero idolatría es también hacerse imágenes mentales del Señor. De hecho, esta forma de idolatría es la más dañina. Dios queda reducido a nuestra teología, conveniencia e interés. Dios pierde todo su misterio y sobrenaturalidad para convertirse en un dios pequeño, manipulable, al que le dedicamos un poco de tiempo de nuestras vidas, lo contentamos con ciertas prácticas religiosas que creemos nos hacen presentables ante Él y nos liberan la conciencia de la carga de no seguir en discipulado al autentico y verdadero Dios.

¿Es tu Dios un ídolo, qué te dice el Espiritu Santo sobre ello?

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