ACUÉRDATE (SALMO 132)



Señor, acuérdate de David, de todos sus afanes. (Salmo 132:1)


¿Qué sentido tiene orar si Dios conoce todo, sabe todas las cosas? El propio Jesús afirmó que el Padre está al caso de todas nuestras necesidades. ¿Es Dios autocomplaciente, deseoso de que le roguemos, supliquemos y de este modo pueda sentirse importante?

Ciertamente, si Dios es omnisciente conoce todas las cosas. El salmista afirma que antes de que la palabra esté en mis labios es conocida por el Señor. La Biblia indica que el Padre es conocer de las cosas más íntimas y profundas de nuestro corazón, nada se puede ocultar de su conocimiento. ¿Entonces?

En mi humilde opinión la oración es algo que yo preciso mucho más que Dios. Él no es el abuelito olvidadizo al que, a causa de la edad, es preciso recordarle las cosas una y otra vez. Tampoco es el superior arrogante que se hace de rogar. No es una divinidad mezquina que retiene sus bendiciones. ¿Entonces?

La oración me ayuda a depender de Dios, me hace consciente de mis limitaciones y mi falta de control de una buena parte de mi vida y circunstancias. La oración, que no es únicamente pedir y pedir, me permite desarrollar mi relación de amor con el Padre. La oración me ayuda clarificar mi mundo interior, mis sentimientos, prioridades, valores, motivaciones y actitudes. La oración me ayuda a expresarle al Señor lo que siento por Él y lo que pienso que necesito de Él. La oración me ayuda a unirme al Padre en su trabajo de restauración y reconciliación de este mundo roto. La oración, al interceder por otros, desarrolla mi empatía, mi compasión. La oración permite que el Espíritu Santo hablé a mi vida sobre cambios que son precisos. 

Ante y sobre todo, la oración es un diálogo entre dos personas que se aman.
 

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