ESENCIALMENTE AMOR

 



Porque el Señor es bueno, su bondad perdura por siempre, su fidelidad por generaciones. (Salmos 100: 5)


Me pasa con frecuencia (yo diría que excesiva) que cuando hablo del amor de Dios, su gracia y su misericordia, siempre hay interlocutores que me puntualizan afirmando que también es justo y castiga el pecado. Es como si hubiera una necesidad de poner un contrapunto, como si hubiera miedo de que tanto amor y tanta gracia se nos fuera de la mano y nos llevara al libertinaje, a la vida disoluta. Me pregunto si eso no será una proyección de los propios miedos de la persona, de su inseguridad ante la libertad que nos ha dado Cristo y a la que como hijos hemos sido llamados. No niego la justicia de Dios; tampoco siento que sea mi responsabilidad determinar cómo  a quién se la aplica, pero no puedo dejar de afirmar el amor, la bondad y la fidelidad del Señor como lo afirman las Escrituras. 

Éxodo 34:6 nos narra un episodio muy singular. Dios se revela a su amigo Moisés, con quien el mismo Señor afirmó que hablaría cara a cara. En ese momento, único en la Escritura, Dios dice de Sí mismo: "El Señor pasó delante de él proclamando: — ¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios compasivo y benévolo, lento en airarse y rico en amor y fidelidad". Claro, también este pasaje habla de la justicia del Señor, e indica que se extiende hasta 4 generaciones. En contraste, su misericordia, su amor, sostiene el mismo Dios, dura mil generaciones. 

Creo que esto es importante porque la forma en que percibimos a Dios determina la forma en que vivimos nuestra relación con Él. ¿Es tu Señor un Dios de amor? Porque como afirma el apóstol, el amor echa fuera el miedo; el que sigue teniendo miedo no ha entendido el amor.

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