LIMPIEZA



Luego el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes auxiliares y a los porteros que sacasen del templo todos los objetos dedicados a Baal, a Astarté y a todos los astros celestes; los hizo quemar fuera de Jerusalén, en los campos del Cedrón y mandó llevar sus cenizas a Betel. (2 Reyes 23:4)


El templo de Jerusalén había sido contaminado y, junto con el culto al verdadero Dios, coexistían el culto a Baal y Astarté.  Cuando el rey Josías lleva a cabo su reforma religiosa una de las primeras cosas que hace es limpiar el santuario de todo aquello que era ajeno al culto al Señor. Dios y la idolatría no pueden coexistir. Ya nos enseñó Jesús que no es posible servir a dos señores al mismo tiempo; siempre se producirá una lucha de lealtades.

Eso me ha llevado a reflexionar acerca de qué cosas permito en mi corazón que son incompatibles con el seguimiento de Jesús. Aveces pienso que hay momentos en mi vida en los cuales mi corazón sufre de cierto overbooking debido a otros "dioses" a los que permito residir en mi vida y que, poco a poco, paso a paso, pueden irse consolidando y, llega un momento, en que ocupa el espacio que no deberían y les otorgo la lealtad que no merecen. El problema es que esos falsos dioses coexisten con Jesús, se hacen familiares a nuestra vida y, a menudo, sin que nos demos cuenta, pueden ir tomando más y más espacio y desplazando al Señor del centro de nuestro corazón.

Pienso que cada cierto tiempo sería bueno el poder hacer una limpieza general. Pararnos, traer el corazón ante el Señor, pedirle que lo examine, como nos enseña el salmo 139, y nos permita ver todo aquello que ocupa el lugar que no debe, está donde no le corresponde y tengamos el valor de sacarlo fuera.


¿Qué cosas necesitan ser limpiadas en tu corazón?

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