LLAMANDO A LA PUERTA
¿No ves que estoy llamando a la puerta? Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré en su compañía. (Apocalipsis 3:20)
Innumerables veces hemos usado estas palabras de Jesús para invitar a aquellos que no le conocen a la conversión, a tener una relación personal con Él. Sucede, con demasiada frecuencia, que olvidamos leer estos pasajes en clave personal, es decir, aplicándolos a nuestra situación. Nos da la impresión que una vez que somos cristianos ya no tiene nada que aportarnos ni decirnos. Pero, pensemos por un momentos, ¿Cuántas áreas de nuestras vidas están cerradas al señorío y la autoridad del Señor? Puede ser que nuestro trabajo, relaciones, familia, dinero, tiempo, sexualidad, o cualquier otra, permanezcan bajo nuestro control, ajenas a la influencia de Jesús, sin alinearse con Él y sus expectativas para nosotros. Visto así, la invitación del Maestro continuaría siendo pertinente y necesaria para nosotros. Visto así, sería una nueva invitación a la conversión de una área o áreas de nuestro proyecto vital.
¿A qué área o áreas de nuestras vidas hemos de abrirle la puerta a Jesús?
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