EN EL DIA DEL SEÑOR

Sigo con la lectura del profeta Miqueas. Los profetas acostumbran a hablar en dos dimensiones, la presente y la escatológica. Denuncian la idolatría del pueblo, su alejamiento del Señor y las consecuencias que esto traerá.

Al mismo tiempo proclaman una restauración futura y, con frecuencia está tiene una dimensión escatológica, es decir, se cumplirá al final de los tiempos.

Es evidente que este universo no es el que Dios planeó sino el que el pecado, la maldad humana, ha conseguido. Ayer el profeta me animaba a ser consciente de que no es el tiempo de descansar porque todavía hay mucho dolor, injusticia, fracturas, opresiones, enfermedades, marginación, etc., en las que Cristo está trabajando y me invita a unirme a Él.

Hoy el profeta me da una perspectiva de futuro. Me recuerda que, a pesar de que el mal parece triunfar por doquier, en el día del Señor, que ciertamente vendrá, las cosas volverán a ser cómo Dios pensó y el pecado impidió. El profeta nos lo recuerda para que nuestro ánimo no decaiga mientras colaboramos con el Señor en la tarea de restaurar todas las cosas.

Esta es la visión del futuro que el profeta proclama:

Él [Señor] será juez de pueblos
numerosos,
arbitrará a naciones poderosas
y lejanas.
Convertirán sus espadas
en arados,
harán hoces con sus lanzas,
No se amenazarán las naciones
con espadas,
ni se adiestrarán más
para la guerra.
Reposarán bajo su parra
y su higuera
sin que nadie los moleste.
Lo ha dicho el Señor del universo.

(Miqueas 4:3 y 4)

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