PROFETAS Y REYES, DAVID, DEJA QUE DIOS JUZGUE

 



Que el Señor sea nuestro juez y que salga en mi defensa ante ti... pero yo no levantaré mi mano contra ti. (1 Samuel 24:13)


David está sufriendo de forma injusta; además, es el rey ungido por Dios para liderar Israel. Además, Saúl ya ha perdido el apoyo y respaldo del Señor. Las circunstancias ponen la vida del rey desechado en manos del rey ungido. Los soldados de David hacen una interpretación del asunto en clave de oportunidad, lógica y sentido común. Ahí lo tienes, el Señor ha puesto en tus manos a tu enemigo para que, al fin, puedes ser el rey del pueblo.

Curiosamente la perspectiva de David es diferente. No buscará atajos para que se cumpla la voluntad del Señor. No traicionará su código de valores. No acelerará los planes de Dios. No volverá mal por mal; antes al contrario, obrara tal y como el Señor espera de él y dejará que sea Dios mismo quien juzgue entre ellos y vindique a aquel que tiene la razón.

Encuentro en ello una aplicación muy práctica. En ocasiones, nos será preciso soportar la injusticia para estar alineados con la voluntad del Señor. Moisés lo hizo, David lo hizo, Jesús, el Maestro, también lo afrontó de este modo. Pedro, el apóstol, nos indica que si sufrimos por hacer el mal no tiene ningún mérito. Pero el sufrimiento que imita al de los grandes hombres de la Biblia es el que se padece por hacer el bien y, en vez de buscar, revancha, se encomienda al juicio de Dios.

¿Estás sufriendo injustamente? Convérsalo con el Señor, entrega tu causa a Él, deja que te vindique a su tiempo.

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