PENA (SALMO 119)

 



Me estoy consumiendo de pena, confórtame según tu promesa. (Salmo 119:28)

La pena es un sentimiento grande de tristeza que inunda el corazón. La pena abate y nos sume en un estado de desesperanza. La versión TLA lo describe de una forma muy potente cuando afirma: "estoy muy decaído y el dolor me está matando".

La pena es un sentimiento normal en la vida de cualquier persona, sea o no creyente. Es una respuesta ante una situación real o posible, presente o futura. Lo anormal sería no sentir pena delante de ciertas cosas que la vida nos trae. Sentir pena no es una falta de fe ni de confianza en el Señor; es una respuesta normal ante la vida y sus realidades. El punto clave es qué podemos hacer con ella. La pena, si no es tratada y gestionada nos puede hacer muchísimo daño y llevarnos a un punto de paralización, anulando nuestra capacidad de lidiar con la vida. 

El propio salmista nos da pistas al respecto. En ese mismo fragmento del salmo indica en un par de ocasiones que le ha verbalizado al Señor cómo se siente, que está experimentando y que pacientemente está esperando el apoyo de Dios, la renovación de su parte. Vale la "pena" mencionar que David no está pidiendo que le sean retiradas las causas de la pena para no experimentarla. Está pidiendo el tener fuerzas y capacidad en medio de la misma.

Jesús nos enseña la misma estrategia cuando se encuentra en Getsemaní inundado por la pena. En primer lugar, se la verbaliza a sus amigos más cercanos, Pedro, Santiago y Juan. Les abre el corazón y les indica cómo se siente. En segundo lugar, se lo vuelca al Padre, expresando su deseo de que, de ser posible, pueda suprimir la fuente de la pena, pero al mismo tiempo expresando una total sumisión a la voluntad del Padre.

Una pena no gestionada nos puede llevar a la desesperanza e incluso a la amargura. 

¿Hay pena en tu corazón? ¿Cómo puedes gestionarla con el Señor?



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