CARNE Y LECHE, MADUROS E INMADUROS




Sobre este tema es mucho lo que nos resta por decir, pero resulta complicado ya que os habéis vuelto reacios a escuchar. Después de tanto tiempo, deberíais ser ya maestros consumados. Pero no, aún tenéis necesidad de que se os enseñe cuáles son los rudimentos del mensaje divino. Vuestra situación es tal, que en lugar de alimento sólido, necesitáis leche todavía. Y todo el que aún se alimenta de leche, como si se tratara de un niño de pecho, es un desconocedor de la palabra salvadora. El alimento sólido, en cambio, es propio de adultos, de los que por la costumbre están entrenados para distinguir entre el bien y el mal. (Hebreos 5:11-14)


Los primitivos lectores de la carta no podían, según el autor, ser considerados como seguidores maduros de Jesús. Como ya lo hiciera anteriormente el apóstol Pablo, les indica que tan solo pueden comer leche -alimento propio de infantes- y no vianda -alimento propio de personas maduras-. Hay dos características que se desprenden de este pasaje y que serían identificadoras de las personas inmaduras: la primera es la actitud reacia a escuchar la Palabra del Señor. Miremos este punto en un sentido amplio; no se trata de que cierren sus oídos físicos a la predicación; se trata más bien que hay una negativa a permitir que la Palabra del Señor pueda tener una influencia sobre sus vidas personales. Como consecuencia no hay cambio posible, no hay crecimiento posible. La segunda es la falta de práctica de lo mucho o poco que hayan aprendido. El anónimo escritor de esta carta nos dice, precisamente, que es la práctica la que va desarrollando en nosotros la capacidad de distinguir en el bien y el mal.


¿Qué tipo de dieta sería la más recomendable para ti?

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