JACOB/ DE VUELTA A BETEL/ GÉNESIS 35



Jacob dijo a su familia y a todos los que le acompañaban: -Deshaceos de todos los dioses extraños que tengáis , purificaos y cambiad de ropa. Luego subiremos a Betel donde erigiré un altar al Dios que me escuchó en el peligro y me acompañó en mi viaje. (Génesis 35:2-3)


Betel significó para Jacob un punto de inflexión en su vida. Fue el lugar donde tuvo un encuentro con el Señor quien pasó a ser su Dios como previamente lo había sido de Abrahán y también de Isaac, su abuelo y padre respectivamente. La historia del patriarca no podría entenderse, no tendría significado sin ese acontecimiento tan decisivo en su vida. Más de veinte años después Dios le pide que regrese al mismo lugar y tanto el encuentro como el pacto y las promesas son renovados por parte del Señor y de Jacob. 

Nada más leer este pasaje he pensado en mi propia vida y ha venido a mi mente la idea de que cada cierto tiempo es preciso ir de vuelta a Betel. Naturalmente no me refiero al lugar geográfico, sino a aquellas experiencias que marcaron encuentros con Dios y significaron puntos de inflexión en mi proyecto personal. Estoy convencido de que cada cierto es preciso hacer esto porque la dinámica, el ajetreo y la vorágine de la vida hace que aquellas experiencias que un día fueron determinantes y nítidas se vayan diluyendo con el paso del tiempo y pierdan su fuerza motivadora, orientadora, generadora, creativa y vigorizante. 

Y tal vez todos los seguidores de Jesús debemos volver a Betel para renovar el pacto, las promesas y nuestro compromiso con Dios que la vida ha podido ir debilitando. Necesitamos regresar a nuestro Betel particular porque si no el riesgo es volvernos nómadas espirituales, vagando si rumbo, desconectados de la historia de Dios o, por el contrario, asentarnos en las tierras extrañas de nuestra cultura y nuestra sociedad. En Betel recordamos el compromiso del Señor, su llamado, sus promesas, sus desafíos. En Betel renovamos nuestro pacto de seguirle y vivir como agentes de restauración y reconciliación.


¿Cuál es tu Betel? ¿Es tiempo de visitarlo de nuevo?

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