CUARESMA, DÍA 20
Si alardeamos de no cometer pecado, somos unos ilusos y no poseemos la verdad. Si, por el contrario, reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda iniquidad. Si alardeamos de no haber pecado, dejamos a Dios por mentiroso y además es señal de que no hemos acogido su mensaje. (1 Juan 1:8-10)
Tener pecado, por decirlo de algún modo, no es un problema en la vida del seguidor de Jesús. El pecado se convierte en problema cuando no queremos reconocerlo y, consecuentemente, nos negamos a confesarlo. Ser iluso, dejar a Dios por mentiroso y no haber acogido, es decir, no estar viviendo de acuerdo con su mensaje, son las descripciones que Juan hace de nosotros cuando no afrontamos el pecado de forma directa, cara a cara.
Ya he dicho que la Cuaresma es una invitación del Señor a una profunda reflexión sobre nuestra forma de vivir. Hoy lo hacemos sobre el pecado en nuestra vida ¿Qué pecados de acción u omisión, de pensamiento y motivación estamos albergando en nuestras vidas? ¿Vamos a responder a la invitación de confesarlos?
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