SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REDENCIÓN 13
No quiero decir que haya logrado ya ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado por Cristo Jesús. Y no me hago la ilusión, hermanos, de haberlo conseguido ya; pero eso, olvido lo que he dejado atrás y me lanzo hacia adelante. (Filipenses 3:12-13)
En esta aventura de que nuestras rupturas internas sean restauradas conforme nos vamos pareciendo más y más a Jesús, lo importante no es la perfección sino el proceso. La perfección es una trampa que lo pone todo en categorías absolutas, es decir, o todo no nada, o eres perfecto o no lo eres. Contrariamente, el proceso nos habla de progreso, de crecimiento, de movernos en la dirección correcta. La perfección se obsesiona por lo que falta; el progreso, sin olvidar lo que falta, se centra en lo logrado y lo celebra. Nosotros somos y siempre seremos hasta que nos encontremos en la presencia del Padre personas en proceso.
El propio Pablo nos comparte su propia experiencia y como él mismo era una persona en proceso que tenía plena conciencia de no haber logrado todavía ser como el Maestro, sin embargo, y a pesar de todo, olvidaba lo que quedaba atrás y proseguía trabajando hacia adelante para seguir permitiendo que Jesús fuera cada día más formado en su vida.
¿De qué modo puede ayudarte y bendecirte que en la vida cristiana lo importante no es la perfección sino el progreso?
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