SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REBELIÓN 8


Cuando el hombre y la mujer sintieron los pasos de Dios, el Señor, que estaba paseando por el jardín al fresco de la tarde, corrieron a esconderse entre los árboles del jardín para que Dios no los viera. (Génesis 2:7-9)

El ser humano comienza a experimentar las consecuencias de su rebelión y declaración de independencia con respecto a Dios y su autoridad. La primera es una ruptura en la relación del ser humano con Dios.

El versículo 7 vuelve a plantear el tema de la desnudez y la necesidad, después, tan sólo después de haber desobedecido a Dios, de su cubrir su desnudez. Ya comenté la relación de la desnudez con la transparencia. Antes de su rebelión Adán y Eva no tenían nada que ocultar al Señor. Ambos podían ser totalmente transparentes física, emocional y espiritualmente. No sucede ahora lo mismo, ya tienen algo que ocultar. La transparencia con Dios no puede ser total y, por eso, la necesidad de tapar y cubrir su desnudez. El problema, como bien sabemos y hemos experimentado, es que el Señor escudriña, observa, investiga hasta lo más profundo del corazón y ante Él todo se pone de manifiesto sin que nada pueda ser encubierto. Sin embargo, como todos sabemos por pura experiencia, hay que intentarlo al menos.

Los versículos nos muestran el cambio significativo que se ha producido en la relación entre el ser humano y Dios. Previamente a la desobediencia y rebelión esta era franca y abierta. Era una relación con una comunicación fluida y constante. Adán y Eva y el Señor estaban cercanos y experimentaban esa relación significativa de la cual ya hemos hablado. Pero ahora, ante Su presencia huyen y sienten la necesidad de esconderse. Experimentan miedo, vergüenza y culpabilidad y todo esto les impulsa a esconderse del Señor. El ser humano se esconde porque se siente culpable y se siente así porque, sencillamente, lo es.

Recordemos que estamos hablando en el contexto de la cosmogonía cristiana. Estamos intentando comprender el porqué de cómo somos y cómo actuamos. Desde entonces el ser humano, debido a la culpabilidad de haberse rebelado contra Dios, sigue huyendo de Él impulsado por un sentido de culpa. Juan, en su evangelio, en el capítulo 3 lo explica del siguiente modo:

16 Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18 El que cree en el Hijo de Dios, no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. 19 Los que no creen, ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. 20 Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. 21 Pero los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios.

Creo que este sentido universal de culpa, esta necesidad inconsciente de huir de Dios es la que explica que habla acerca de Él provoque tanta incomodidad en las personas. Normalmente, con la mayoría de las personas, es posible hablar sobre cualquier tema pero cuando el tema de Dios sale a relucir en muchas de ellas se produce una incomodidad que, a menudo, ni siquiera saben a qué es debido. El tema religioso remueve cosas muy profundas en nuestro inconsciente donde, seguimos sintiéndonos culpables ante Dios y, consecuentemente, necesitamos seguir huyendo y cubriendo nuestra desnudez con todo tipo de hojas de higuera contemporáneas. 

¿Cuál es tu respuesta instintiva cuando pecas?


 

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