NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA



Por eso les dijo:— Sólo en su propia tierra, en su propia casa y entre sus familiares menosprecian a un profeta. (Marcos 6;4)

El profeta era alguien enviado por Dios al pueblo para recordarles que se habían desviado de la esencia del mensaje del Señor. El anuncio de las cosas futuras, que no está presente en todos los profetas, constituía tan sólo un parte mínima de su ministerio y, para nada, el centro del mismo. Su tarea principal era llamarle la atención al pueblo sobre la necesidad de volver a los básicos, de ser fieles al llamado y a la misión de Dios. Su labor era de denuncia y confrontación; no es de extrañar pues su escasa popularidad entre los suyos.

Cuando no puedes descalificar el mensaje es más fácil descalificar al mensajero. Si a éste lo desproveemos de legitimidad, todo lo que diga la perderá también. Si el profeta es malo ¿Qué podemos esperar de su profecía? Y ¿Quién está en mejores condiciones para descalificar al profeta? aquellos que mejor lo conocen, sus familiares, amigos, compañeros de iglesia o ministerio, etc., etc. Déjame ejemplificarlo; si Félix es cuestionable ¡Y sin duda lo es! ya no tenemos que preocuparnos de su mensaje. Que tenga razón o no carece de importancia y se convierte en secundario. Que pueda ser auténtica Palabra de Dios que pueda renovar nuestras vidas ya carece de importancia. Si el recipiente es malo, o así lo percibimos, que podemos esperar del contenido. 

Esa actitud, que Jesús experimentó, y que no ha cambiado excesivamente desde entonces, nos impide poder recibir el mensaje del Señor, mensaje que, por otra parte, nos puede transformar y cambiar nuestra vida y nuestra comunidad. Pero la tendencia a no valorar al profeta de la casa está muy arraigada.

¿Qué profetas a tu alrededor estás desoyendo, descalificando, menospreciando?

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