LOS HIJOS DE JACOB/ IRA /GÉNESIS 34



Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había sucedido, se sintieron ultrajados y se llenaron de ira porque era una ofensa imperdonable. (Génesis 34:7)


Dina, hija de Lia, fue violada por uno de los habitantes de la zona en la que se había asentado Jacob con el resto de su familia. Como todavía sucede en muchos lugares del mundo aquello fue considerado un ultraje, es decir, un agravio y desprecio al honor de la familia. Algo que entonces, al igual que ahora, clamaba reparación y venganza. Todo el capítulo 34 del libro de Génesis narra esta historia, desde la violación hasta la consumación de una premeditada y pensada venganza. Pero al leerlo me ha llamado la atención el versículo 34 que describe la reacción de los hermanos de la víctima cuando recibieron la noticia: Ira.

Contra lo que pueda pensarse la ira no es mala. Es una legítima se reacción de indignación ante una situación que consideramos injusta y/o atenta contra nuestros valores morales. De hecho, airarse es un síntoma de estar moralmente saludable. Lo es porque hay cosas que merecen y exigen de nosotros una reacción de indignación, de condena, de enfado. El refrán castellano afirma que "hay cosas que claman al cielo". Es una forma de expresar la indignación poniendo al cielo -Dios- como receptor de nuestra queja ante lo que consideramos injusto e inaceptable. 

Jesús mostró ira en varias ocasiones y así lo reflejan con claridad los evangelios. Se sintió indignado -airado- cuando los discípulos querían impedir que los niños se pudieran acercar a Él. También cuando los religiosos de su tiempo preferían que un ser humano siguiera enfermo antes que quebrantar las tradiciones religiosas por ellos establecidas. El apóstol Pablo entendió lo correcto de indignarse y nos advirtió del peligro que nuestra saludable indignación derivara en una actitud de pecado (Efesios 4:26). Porque ahí radica precisamente el problema cuando la ira -algo en principio saludable, correcto y legítimo- se descontrola y se convierte en furia o rabia, una reacción desmedida y destructiva tal y como sucedió con los hermanos de la víctima y aparece narrado en este capítulo de las Escrituras. 

Al mirarme en el espejo de los hijos de Jacob me he hecho a mí mismo muchas preguntas ¿Qué cosas me indignan? ¿Cuáles son las situaciones, las conductas, las motivaciones, las omisiones que me producen ese legítimo sentimiento? ¿Están las mismas alineadas con las mismas cosas que le producen indignación a Jesús y a nuestro Padre Dios? Es más, me pregunto ¿Sé cuáles son las cosas que producen ira en el corazón de mi Padre? ¿Qué siente Él ante la pobreza, los abusos económicos, la esclavitud sexual, el tráfico de seres humanos, la corrupción política, la violencia doméstica, la intolerancia de todo tipo, la explotación de los emigrantes, la acumulación de riqueza en manos de unos pocos en detrimento de una mayoría que se empobrece más y más? Honestamente me pregunto si entiendo el corazón del Señor y el mío late con indignación ante las mismas cosas que lo hace el suyo o, por el contrario, me indigno de forma selectiva ante unos temas y soy de corazón duro e indiferente ante otros. 


Y a ti ¿Qué te produce indignación? ¿Qué te hace pensar tu respuesta?

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