JESÚS ¡VAYA LUGAR!
Al ver la estrella se llenaron de alegría. Entonces entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y, cayendo de rodillas, lo adoraron. (Mateo 2:11)
Los hombres sabios de oriente en su búsqueda de Jesús siguieron los pasos que la lógica indica. Fueron a Jerusalén, a palacio, se reunieron con los gobernantes y posteriormente con los líderes religiosos. En su manera de razonar lo más normal es que en uno de esos dos lugares, el templo o el palacio, encontraran al rey que había nacido. Pero no fue así. Desde su nacimiento Jesús desafía nuestra lógica y manera de pensar. No podía ser encontrado en los centros de poder o religión; Jesús estaba en la marginalidad, en una humilde vivienda pasando bastante desapercibido.
Tristemente hemos desarrollado un sistema religioso tan perverso como aquel que Jesús vino a sustituir. Nos hemos acostumbrado a creer que al Maestro lo debemos encontrar en nuestros templos, esos edificios que usamos para reunirnos. Nuestro lenguaje nos traiciona y les llamamos casa de Dios y anunciamos que hemos acudido a los mismos para encontrarnos con el Señor. Nada más lejos de la realidad. Como los hombres sabios nos enseñan, a Jesús hemos de saberlo encontrar en la rutina y cotidianidad del día a día. Hemos de encontrarnos con Él en el trabajo, la oficina, el hogar, los medios de transporte, las tiendas, las fábricas y los talleres. Afirmo que aquel que no sepa ver a Jesús en el día a día en vano lo buscara y podrá encontrar el domingo en un edificio.
Hace muchos años un poeta cristiano escribió esta canción que refleja muy bien lo que este pasaje nos transmite: Baja dios de las nubes llévalo a la fabrica donde trabaja quita dios del madero y guárdalo dentro de tu corazón saca dios de los templos donde lo encerraron hace tantos años déjalo libre en las plazas y llévalo también al mercado de pueblo.
¿Cuán capaz eres encontrando a Jesús en la vida cotidiana?
Si cuesta, pero con un poco de intención se encuentra en todo lo cotidiano.
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