JESÚS, NAZARET
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, echando mano a Jesús, lo arrojaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco de la montaña sobre la que estaba asentado el pueblo, con intención de despeñarlo. (Lucas 4:28-29)
Todo parece indicar que esta fue la primera vez que Jesús volvía a Nazaret y era invitado a leer la ley y los profetas después de haber comenzado su ministerio público en la región de Galilea. Su fama, como nos indica Lucas, ya se había extendido por toda la zona y su prestigio a los ojos de la gente crecía. Aquello debió de generar sorpresa e interés entre sus paisanos. Jesús era conocido en Nazaret pues hasta muy recientemente había estado viviendo allá y trabajando en el negocio familiar y había tenido la costumbre de visitar la sinagoga cada día de reposo. Parecía lógico que, de vuelta a casa, recibiera aquella invitación ¿Qué fue pues lo que provocó una reacción tan airada entre personas que conocían tan bien a Jesús? El propio pasaje lo indica.
Si entiendo bien todo el pasaje me sorprende que cuando Jesús se aplicó a sí mismo el cumplimiento de un texto mesiánico no hubo reacción negativa, incluso Lucas indica que estaban maravillados por las palabras tan hermosas que pronunciaba. Sin embargo, cuando hizo dos menciones a los gentiles, de forma específica a la viuda de Sarepta y a Naamán el sirio, la gente saltó como un resorte y llevaron su ira hasta el punto de quererlo despeñar desde la montaña en la que estaba edificada la ciudad. Los gentiles no tenían lugar en la cosmovisión judía. Un dicho extendido era que éstos habían sido creados para ser el combustible de infierno. Un judíos estaba enormemente orgulloso de no ser gentil y del trato preferente que Dios tenía hacia ellos. ¿De qué esta hablando el hijo de José? ¿Cómo se atreve a verbalizar semejantes afirmaciones? Todo parece indicar que Jesús tuvo claro desde el principio que su misión debía ser totalmente inclusiva y que Dios no hacía acepción de personas. Más adelante, el apóstol Pedro tuvo que aprender de primera mano que Dios no discrimina en su amor y gracia.
Dios no, pero nosotros si. Hay muchas personas que desde nuestro limitado y cerrado punto de vista no tienen ni arte ni parte en el Reino de Dios. Nos sentimos orgullosos de no ser como ellos y los miramos con una superioridad moral que, a menudo, ralla en el desprecio. Nos resulta inconcebible que el Señor pudiera estar interesado en ellos y, al igual que los judíos del tiempo del Maestro, solo podemos concebirlos como destinatarios de la ira y el castigo de Dios. Pero Jesús nos enseña que malinterpretamos y distorsionamos a Dios cuando lo hacemos cómplice de nuestros prejuicios y falta de amor y gracia. Debemos, como dice el músico Santiago Benavides, mirarlos como los mira Jesús. Necesitamos aprender a mirar con ojos Jesús y no con ojos de fariseo.
¿Quiénes son las personas o grupos que desde tu perspectiva nazarena quedan excluidos del favor de Dios? ¿Qué opinión crees que tiene Jesús de esa actitud?
Ningún grupo de personas queda excluida del favor de Dios. Eso no entra en su naturaleza. Jesús es inclusivo, integrador, acogedor, su amor no tiene límites. Es contrario a la ADN cristiano limitar la gracia de Dios o simplemente pensar que nosotros somos los jueces que determinan quién entra o no en el Reino de los Cielos.
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