SALMO 26/ PORQUE NO ME FÍO
Hazme justicia, Señor, pues camino con rectitud. En el Señor confío, jamás dudaré. Señor, examíname, ponme a prueba, sondea mi conciencia y mis pensamientos. (Salmo 26:1-2)
No sólo en el comienzo del salmo -aquí reproducido- sino a lo largo de todo él, el salmista afirma y trata de demostrarle a su interlocutor su integridad y su recto caminar. Sin embargo, muy sabiamente también le pide al Señor que le sondee y le ponga a prueba. David puede creerse y sentirse justo desde su propia perspectiva, pero eso no significa que lo sea, precisa, necesita la confirmación por parte del Señor; de esa necesidad nace la petición del segundo de los versículos que he reproducido.
La Palabra de Dios afirma que el corazón del ser humano es engañoso; tiene razón. El corazón puede justificar cosas que son injustificables, puede darnos muy buenas razones para aquello que hacemos o dejamos de hacer. El corazón siempre nos dará la coartada que precisemos para hacer pasar por bueno aquello que no necesariamente lo es; para validar las cosas que nos interesan. ¡Y puede ser increíblemente creativo en ese sentido! Por tanto, que nuestro corazón o nuestra conciencia no nos reprendan y no emitan un juicio de culpabilidad no significa que no seamos culpables; que nos justifique no quiere decir que seamos inocentes. Por decirlo de otra manera, no son fiables y necesitan ser evaluados y sus juicios ser considerados con precaución. Es por eso que de forma regular precisamos traer ambos ante la presencia del Señor para que los evalué, sondee y los ponga a prueba a fin de estar seguros que los juicios que de ellos provienen no están contaminados con nuestros prejuicios, intereses y pecado. Todo seguidor de Jesús será sabio si, antes de sentirse satisfecho con su postura delante de una situación determinada, permite la evaluación final y definitiva del Señor sobre la misma.
Trae tu corazón y tus pensamientos ante el Señor, permítele un examen en profundidad ¿Qué te muestra el mismo?
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