ROMANOS/ DILEMA/ ROMANOS 9:19-33

Mirad, yo coloco en Sión una piedra contra la que podéis tropezar y una roca que os puede hacer caer. Pero quien ponga su confianza en ella no quedará defraudado.

Este pasaje se refiere, en primera instancia, a Israel. Tiene que ver con el conflicto que para el pueblo supuso la ley versus la gracia y como aquello que para los gentiles significó la oportunidad de salvación, para los judíos representó una pierda de tropiezo. 

Al leer el pasaje, sin embargo, pensaba en la aplicación que puede tener para las personas en general, tanto creyentes en Jesús como no creyentes. Me doy cuenta que Dios y, naturalmente Jesús, tienen la capacidad de generar en los seres humanos esa dualidad, esos sentimientos encontrados, esa tensión difícil de resolver. 

Para muchas personas Dios es una piedra de tropiezo, es algo que va más allá de su capacidad de asimilar intelectualmente, se revelan contra Él debido a aspectos de la vida cotidiana que no pueden o no quieren comprender. El Señor no encaja en sus moldes, en su concepción, en su comprensión de cómo el mundo y la experiencia humana deberían ser y, consecuentemente, se rebelan contra esa realidad y Dios se convierte para ellos en un tropezadero.

Pero para otras personas sucede totalmente lo contrario. El Señor y, de nuevo, Jesús, se convierten en una fuente de confianza, en una oportunidad para encontrar seguridad, salvación, sentido y propósito para sus vidas. Es curioso porque el mismo Dios, la misma realidad, para unos puede ser perdición y para otros salvación. 

¿Cómo es esto posible? Es difícil de entender para mí. Me pregunto si tiene que ver con nuestra humildad, nuestra capacidad para reconocer nuestra vulnerabilidad y limitaciones, nuestro reconocimiento de nuestras propias necesidades, nuestra flexibilidad para amoldarnos a Dios en vez de intentar que Él se amolde a nuestras presuposiciones. Honestamente no sé.

¿Qué es Dios para ti en estos momentos, piedra de tropiezo o fuente de salvación?