JESÚS/ UNA FE TAN GRANDE COMO ESTA/ MATEO 8:5-13



Os aseguro que no he encontrado en Israel a nadie con una fe tan grande como esta (Mateo 8:10)

Jesús hace esta afirmación de un gentil que además, para más escarnio, era un soldado que formaba parte del ejército que tenía sometido al pueblo de Israel. Jesús está, nuevamente, dispuesto a romper la ley visitando la casa de aquel centurión a fin de sanar a su siervo o esclavo. El hombre, consciente de las leyes rituales judías, le dice que no es necesario y que ni siquiera es digno de que entre en su casa, basta una palabra y el siervo será curado de forma instantánea. 

Lo que me reta y me lleva a la reflexión es la afirmación de Jesús acerca de que la fe más grande que ha hallado en su pueblo proviene precisamente de alguien que no pertenece al mismo, de alguien que según la categoría religiosa de Israel es vil, menospreciable y está condenado a la destrucción y las tinieblas. Contra todo pronóstico Jesús lo eleva en categoría, rango, dignidad y participación en el Reino.

Esta declaración del Maestro debió de dejar perplejos a aquellos que estaban escuchándola. Me atrevo a decir que incluso indignados. Sin embargo, todavía debió de ser más chocante, hiriente y provocadora la que hizo a continuación, muchos que se creen que están en el Reino, que forman parte del mismo y que anhelan el día en que estarán celebrando su instauración quedarán fuera. Por el contrario, muchos que nunca esperaríamos que comparecieran estarán llamados, recibidos y gozando de la presencia de Dios.

¿Qué me dice esto acerca de mi autocomplacencia, mi sentido de falsa seguridad, mi superioridad moral con respecto a un mundo roto? ¿Qué criterios usa el Señor para dar la bienvenida en su Reino? Aquí veo la fe, sin duda, pero no la fe como asentimiento intelectual, antes bien como principio en acción.

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