UN NUEVO MANDAMIENTO

JUAN 13:18-38

Os doy un mandamiento nuevo: Amaos unos a otros; como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros. Vuestro amor mutuo será el distintivo por el que todo el mundo os reconocerá como discípulos míos.

El mandamiento de amar en sí, no es nuevo. Aparece ya en el libro de Levítico. Para mí, lo que tiene de novedoso es lo siguiente: Primero, es aplicado a la comunidad de los creyentes. Se espera que esta hermandad se ame de una manera mutua y lo haga con un amor ágape, es decir, no hay una expectativa de ñoños y cálidos sentimientos hacia el hermano. Antes bien, una búsqueda del bien del otro incluso de forma costosa, sacrificial y, por supuesto, incondicional y tomando la iniciativa.

Segundo, el modelo es Jesús. Esto enlaza con lo que enseñó cuando lavaba los pies, ejemplo os he dado. El nivel de exigencia es alto. Jesús mismo se ofrece como referente del modo en que debo amar a los miembros de esta hermandad. Una observación de su vida y muerte me señala lo exigente de ese compromiso.

Tercero, ese amor será la marca de mi discipulado. Jesús afirma que no seré reconocido por mi doctrina, mi identidad bautista, mi ortodoxia doctrinal, mi fidelidad en el cumplimiento de los deberes religiosos dominicales. Sin duda, todo ello es importante, pero, según Jesús, nada de ello será una marca de distinción a los ojos de un mundo no creyente.

Un principio

El amor, entendido como la búsqueda activa del bien del otro, es la marca del discípulo.

Comentarios

  1. Diferencias hay, y el mundo no creyente las percibe. A veces referiéndose a algún punto concreto he escuchado: Bueno, esto entre vosotros, es diferente... si, llevan razón, sin que sea vanagloria; quizás sean buenas oportunidades para aclarar el porqué de las diferéncias. Con naturalidad, sin ofender a nadie, pues el amor que Jesús nos enseña es el de amar a todos, incluso a nuestros enemigos, cosa difícil pero posible con la ayuda del Señor.

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