EL SEÑOR REINARA
El Señor será rey de todo el mundo. Aquel día el Señor será único y su nombre único. (Zacarías 14:9)
El profeta llega al final de su libro con esta conclusión. Como cuando alguien te dice cómo acabará la película, o cuál es el desenlace de un libro. Te anticipan el fin. Un final sorprendente que, volviendo a la ilustración del libro o la película, parece imprevisible porque en el punto en el que uno se encuentra nada parece indicar que vaya a suceder de ese modo. Un desenlace totalmente imprevisible.
Cuando miro a mi alrededor me siento del mismo modo. La Palabra de Dios, no únicamente en este pasaje, sino en muchos otros, me indica que al final el Señor cumplirá sus planes y propósitos en la historia y nada ni nadie podrán impedirlo. Sin embargo, cuando contemplo mi realidad no es esa la sensación que tengo. Si he de atenerme a lo que puedo percibir con mis sentidos, nada o bien poca cosa, parecen indicar que ese ha de ser el desenlace previsible.
Me he sentido al leer este pasaje como el salmista cuando escribió el salmo 73. Miro a mi alrededor y lo que veo es el mal triunfando, el desinterés hacia el Señor, el egoísmo rampante y la dualidad en mi propia vida. Me produce una sensación de gran desánimo y abatimiento, incluso ganas de tirar la toalla.
Es en momentos así en que debo caminar por fe, recordar pasajes como este de Zacarías que me indican que el Señor sigue dominando la historia y que, como en los buenos relatos, aunque el final parezca inverosímil, El lo llevará a cabo.
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