SER DISCÍPULO EN EL SIGLO XXI. LA GRAN HISTORIA DE DIOS. REDENCIÓN 4


 Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno. (Gálatas 3:28)

Como vimos, una de las consecuencias del pecado fue la ruptura de la relación entre los seres humanos. Apreciamos como unos seres humanos abusan de otros en función de las diferencias, ya sea de género, sociales, políticas, económicas, raciales, religiosas, etc. La redención que Dios trae por medio de Jesús acaba con todo ello. Una humanidad dividida por el pecado debería ser una humanidad unida de nuevo por el Reino de Dios y su venida.

Pablo, y el citado no es el único pasaje, nos indica que en Jesús todas esas distinciones y diferencias que el pecado trajo consigo se han vuelto, o deberían de haberse vuelto, total y absolutamente irrelevantes porque la gracia salvadora y sanadora del Señor las destruye y las transforma en una unidad en la iglesia que es su cuerpo. Lo viejo pasó, indica el apóstol, todas las cosas son hechas nuevas.Todos, al margen de las distinciones y divisiones generadas por una cultura afectada por el pecado, somos portadores de la imagen de Dios, somos valiosos y dignos y pasamos a formar parte de esa gran familia que abarca todas las razas, culturas y generaciones.

¿Qué sucede pues con tus prejuicios culturales?

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