ABANDONADOS A UNO MISMO
Por eso Dios los ha dejado a merced de sus bajos instintos, degradándose y envileciéndose a sí mismos... Así que Dios los ha dejado a merced de pasiones vergonzosas... es Dios mismo quien lo deja a merced de una mente pervertida que los empuja a hacer lo que no deben. (Romanos 1: 24, 26 y 28)
Con cierta frecuencia me he encontrado con personas que me platean la pregunta: ¿de qué debe salvarme Dios? y, a continuación afirman, que no necesitan ningún tipo de salvador. Yo si lo necesito; preciso de alguien que me salve de mí mismo, de mis contradicciones, de mis incoherencias de mi incapacidad de vivir a la altura de lo que considero mis ideales, de mis tendencias que pueden ser destructivas para otros y autodestructivas para mí mismo, en definitiva del mal que habita en mí, porque como indica el apóstol en Romanos capítulo primero, cuando decidimos darle la espalda a Dios, Él respeta nuestra decisión y nos deja abandonados a nosotros mismos. Lo dicho anteriormente es la consecuencia de esa decisión.
Un estudio de la Universidad de Harvard mostraba que, por sorprendente que pueda parecer, tan solo entre el 10 y el 15 por ciento de la población tiene conciencia de sí misma. Es decir, que poseen la capacidad y el hábito de pensar sobre sus pensamientos, de reflexionar sobre su vida, de verse desde fuera de ellas mismas y valorar de forma crítica como están viviendo. Para mí, en mi modesta opinión, esto explica porque tan poca gente es capaz de verse a sí misma de una manera real, honesta, sincera, es incapaz de entender su situación y darse cuenta que están perdidos. Simplemente consideran que ese es el estado natura e inevitable de todo ser humano.
¿Perteneces al 15% reflexivo o al 85% que funciona en piloto automático?
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