COLABORADOR

 



Nosotros somos colaboradores de Dios; vosotros sois el campo que Dios cultiva, la casa que Dios edifica. (1 Corintios 3:9)

Colaborador de Dios. ¡Qué honroso título! Tú, yo, cada uno desde su realidad colaborando con el creador y sustentador de todo el universo. A la vez, que paradigma tan importante para adoptar y dejar que sea el motor, el sistema operativo de lo que hago. Porque el maestro constructor es el Señor, yo soy un mero peón con mayor o menor cualificación. El gran chef es Dios y un servidor un mero auxiliar de cocina. El gran labrador es el Padre y yo gustosamente soy invitado a ayudar en una tarea de la cual Él es el centro y yo alguien a quien se le invita y, como decía antes, se le da el título de colaborador, literalmente, el que trabajo con. 

Pero algo va o ira mal en nuestro trabajo si olvidamos nuestro rol y tratamos de suplantar el de Dios. Los problemas en el servicio cristiano es cuando uno desea hacer el trabajo del Señor o espera que Él haga el nuestro. Ese discernimiento para saber quiénes somos y qué papel jugamos es esencial. Querer suplantar a Dios nunca es buen negocio y nunca acaba bien.


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