ENCUENTROS CON JESÚS: EL SANEDRÍN


Los que habían apresado a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se hallaban reuni- dos los maestros de la ley y los ancianos. (Mateo 26:57-67)


 Muchas personas se acercan a Jesús cargadas con sus prejuicios. Es interesante la definición que hace el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española de esta palabra: un prejuicio es una opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal. Ciertamente es una descripción interesante.

El prejuicio condiciona no sólo la manera en que la persona se acerca a los hechos, sino también los resultados que obtendrá de los mismos. No importa la cantidad de evidencia e indicios que la realidad presente, estos serán reinterpretados en base al prejuicio o, simplemente ignorados.

Las personas que se acercan al Maestro con prejuicios no están en absoluto interesadas en conocer la verdad. Antes de acercarse a Él ya han tomado una decisión con respecto a quién es Él, a cuál es su identidad y nada ni nadie podrá cambiar esa decisión tomada antes del examen de la realidad. Más bien, al contrario, es muy posible que se acerquen a esta realidad en busca de cualquier indicio, dato o pieza de información que pueda justificar y dar soporte a la idea ya formada en sus mentes. No hay peor ciego, afirma el refrán, que aquel que no quiere ver. O como reza una frase atribuida a Lenin: si la realidad no concuerda con nuestra teoría, ¡Peor para la realidad!

No es difícil ver los prejuicios actuando en la vida de los miembros del Sanedrín y cómo estos defor- maban su visión de la realidad. Posiblemente, sin embargo, los mismos prejuicios pueden afectarnos a nosotros y, sin duda, cuando esto sucede son más difíciles de reconocer y aún más de aceptar.

Puede darse el caso en que nosotros nos acerquemos a la Palabra de Dios sin tener en autentico interés en lo que ella pueda o quiera decirnos. Hay ocasiones en que ya hemos tomado una decisión respecto a lo que queremos hacer en nuestras vidas y, consecuentemente, no estamos interesados en la opinión que Dios pueda tener al respecto. Así pues, tratamos de encontrar en la Biblia justificación para nues- tros intereses o simplemente pasamos de escuchar la voz de Dios para poder hacer aquello que nuestros intereses nos impulsan a llevar a cabo

Piensa de nuevo –léela si es necesario- en la definición de prejuicio ¿Hay prejuicios en tu vida? ¿Puedes identificarlos?

¿Cómo te acercas a la Palabra de Dios, en busca de confirmación para tus ideas o con apertura a escuchar su voz, incluso cuando esta esa contraria a ti, lo que piensas o tus intereses?¿Cuál es el mejor antídoto contra los prejuicios?¿Cómo podemos ayudar a superar los prejuicios que mucha gente tiene con respecto a Jesús?

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