CUARESMA, DÍA 18



Hermanos, si alguno incurre en falta, vosotros, los animados por el Espíritu, corregidlo con amabilidad. Y manteneos todos sobre aviso, porque nadie está libre de ser puesto a prueba. —Gálatas 6:1

Cuando nos inclinamos hacia atrás y tomamos distancia ganamos perspectiva. En eso, precisamente, consiste la reflexión. Nos vemos a nosotros mismos desde la distancia, como observadores, desde afuera y si somos honestos en lo que observamos, sin caer en justificarnos a nosotros mismos, podemos ganar mucha comprensión -de qué hacemos, qué dejamos de hacer, cómo reaccionamos, cómo afrontamos las cosas, cómo tratamos a la gente, qué pensamientos anidan en nuestras mentes- y sabiduría que viene de la ventaja que nos brinda el poder observar desde afuera.

La invitación cuaresmal de hoy es a reflexionar acerca de cómo tratamos a aquellos que, por las razones que sean y sin buscar justificar lo que hayan hecho o dejado de hacer, han caído en la tentación y en el pecado. Y me refiero, naturalmente, al pecado público y evidente, al que queda expuesto ante los ojos de todos, ya que todos nosotros, sin ex- cepción, caemos en multitud de pecados pero, a diferencia del que estoy hablando, estos quedan limitados al ámbito de nuestra intimidad y no salen a la luz.

Pablo, el apóstol, nos invita a ayudar a esa persona desde una posición de fragilidad, sa- biendo que nosotros somos tan vulnerables como ella y que podemos vernos, Dios no lo quiera, algún día en esa misma posición de haber caído, de estar postrado y necesitado de la ayuda y el apoyo de otros.

¿Cómo hemos reaccionado en el pasado con el caído?
¿Cómo estamos reaccionando ahora, si ese es el caso?
¿Cómo nos vemos reaccionando en el futuro si se diera la situación?


 

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