ENCUENTROS CON JESÚS: UNA MUJER SIRIA



¡Grande es tu fe mujer! ¡Que se haga lo que deseas! y su hija quedó curada en aquel mismo instante. (Mateo 15:21-28)

El encuentro se produce entre Jesús y una mujer gentil, es decir, no judía. El Maestro la ignora pero la mujer es insistente en su petición. La situación debió de ser incómoda porque los discípulos le pidieron que hiciera algo; no tanto por compasión (ningún judío tenía esos sentimientos hacia los gentiles) sino por molestia. Jesús argumenta y la mujer contraargumenta y, tal y como vemos en el pasaje, su insistencia y argumentos ganaron el corazón del Maestro. No sólo vio a su hija curada, sino recibió un elogió que el Señor nunca aplicó a un judío: ¡Grande es tu fe mujer!, aunque si a otro gentil, un abominable oficial del ejército opresor.

En ocasiones, nuestra oración carece de ese sentido persistente que se asemeja a una «lucha con Dios». Oramos, y si no recibimos una respuesta con una cierta inmediatez, dejamos de hacerlo, ya no insistimos, ya no continuamos haciéndolo. Nuestra oración, a menudo, se ha contagiado del carácter de inmediatez que es tan importante y predominante en nuestra sociedad.

Dejamos de orar al no tener respuesta inmediata. Dejamos de perseguir a Dios a gritos pidiéndole su intervención. Y, lo que es peor, nuestro dejar de pedir y clamar pone de manifiesto que tal vez no era tan importante, que no era tan necesario como nosotros pensábamos y que desconocemos el carácter de nuestro Dios quien, muy a menudo, trabaja por medio de procesos que llevan tiempo y que tardan en manifestarse.


¿Qué situaciones hay en tu vida que precisan de la persistencia, la osadía y la argumentación de aquella mujer?


 

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