BREVE CURSO DE FELICIDAD, 8
Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. (Juan 20:21)
Ser la mejor versión posible de nosotros mismos -Cristo formado en nosotros- y hacer una contribución al mundo -construir el Reino de Dios- esa es la auténtica felicidad.
Jesús no vino únicamente para que pudiéramos ir al cielo. Fue enviado por el Padre para construir su Reino. Ese fue su mensaje a lo largo de sus tres años de ministerio. Proclamó y demostró el Reino, nos enseñó a orar para que viniera y se hiciera real en medio de nosotros.
Pablo nos dice que Dios, por medio de Jesús, estaba reconciliando todas las cosas con Él, las que están arriba en los cielos y abajo en la tierra. También añade que a nosotros se nos ha dado el ministerio de la reconciliación.
Venga tu Reino, hágase tu voluntad. El Reino consiste en el conocimiento, reconocimiento y aplicación de la voluntad del Padre. Esta ya se cumple en los cielos; nosotros nos unimos a Jesús en la misión de que se cumpla también en la tierra. Como Jesús fue enviado, así lo hemos sido nosotros.
Pero ¿Cómo construimos el Reino? De dos maneras, por medio de la proclamación y la demostración del mismo. La proclamación consiste en dar a conocer las buenas noticias de que Dios quiere reconciliarse con nosotros y hacer de nosotros la mejor versión posible. Es lo que habitualmente llamamos la evangelización. La demostración consiste en nuestras obras de amor, justicia y misericordia. Es decir, en esforzarnos por hacer que este mundo sea lo que el Señor tenía en mente cuando lo creo y no la porquería en que lo hemos convertido a causa del pecado. Es ir en contra de la corrupción política y económica, la violencia doméstica, la marginación de las mujeres, la discriminación por cualquier razón, la pobreza y todo tipo de injusticia, porque nada que no es permisible en los cielos lo debe de ser en la tierra.
El sentido de trascendencia es innato en el corazón del ser humano. Según Keagan y Lahey, ya varias veces mencionados, todo en nosotros parece indicar que estamos diseñados para darnos a otros. Cierto, así nos creó el Señor, con una necesidad de entregarnos a algo que nos trascienda. Una expresión de esa necesidad es para algunas personas la lucha contra el cambio climático, la protección de los derechos de los animales, el auxilio a los emigrantes, la lucha contra la corrupción y un largo etcétera. Para nosotros, la construcción del Reino de Dios.
¿Cómo construyes el Reino del Señor? ¿Qué evidencias de proclamación y demostración hay en tu vida?
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