PROFETAS Y REYES, SAMUEL, ACABAR BIEN

 



Mira, tú ya eres viejo y tus hijos no siguen tus pasos. Por tanto nómbranos un rey que nos gobierne, como en todas las naciones. (1 Samuel 8:5)

El libro de Samuel da un salto meteórico y nos planta en la vejez del juez y profeta. De hecho, a partir de aquí, todo lo que sabemos de él estará ubicado en los últimos años de su vida. Nada sabemos de ese, llamémosle, periodo oscuro de la vida de Samuel, tan sólo podemos inferir de la escasa información que nos aporta el libro. Sin embargo, lo poco aportado es significativo. Samuel estaba llegando al final de su ministerio y lo estaba haciendo bien. Nadie podía tener queja de cómo lo había ejercido y el contraste con la forma de vivir de sus hijos lo evidenciaba aún más si cabe.

Samuel, como ya vimos, comenzó bien, pero lo más importante es que acabó bien. De hecho, lo importante, lo realmente importante son los finales, no los principios. Comenzar bien la carrera de la vida no nos garantiza que acabaremos bien. Puede ser un factor que ayude, pero no determina. Lo que realmente cuenta es cómo acabamos.

La aplicación para nuestras vidas es simple y potente; una doble invitación, por un lado para pararnos y ver cómo estamos corriendo la carrera de la vida. Por otro, para proyectarnos hacia adelante y pensar hacia dónde nos está llevando, qué meta, qué propósito estamos intentando alcanzar. Ambas cosas son importantes porque nos permiten, si es necesario, rectificar el curso y asegurarnos, en la medida de lo posible que acabamos bien.

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