PERCEPCIÓN

Gracias sean dadas a Dios que en todo momento nos asocia al cortejo triunfal de Cristo y que, valiéndose de nosotros, esparce por todas partes como suave aroma su conocimiento. Porque tanto entre los que se salvan como entre los que se pierden, somos como buen olor que Cristo ofrece a Dios. (2 Corintios 2:14-15)

Ken Blanchard, uno de los gurús del liderazgo y cristiano comprometido, afirma que el liderazgo es ante todo percepción. Viene a decir Blanchard que no importa cómo tú crees que eres y actúas; lo importante es cómo eres percibido por los demás. En ocasiones existe una increíble brecha entre nuestra auto percepción y la de otros. Eso no quiere decir que la de los otros sea necesariamente la correcta; pero como mínimo nos está indicando que existe un problema de comunicación por nuestra parte, no nos comunicamos como realmente somos puesto que los demás no nos perciben como somos o queremos ser. 

Trasladado a nuestra vida y al pasaje del apóstol Pablo más arriba reproducido, el objetivo es ayudarnos a pensar sobre nosotros mismos. Tratar de observar nuestra vida en perspectiva y tratar de discernir qué vemos. Dios pretende que nosotros seamos personas que allá donde vayamos, es decir, en todos los ámbitos de nuestra vida, esparzamos el conocimiento de Él, por medio de nuestra demostración del Reino -obras de amor, justicia y misericordia-, y la proclamación del Reino -anunciar el mensaje de perdón, aceptación y reconciliación-. El punto de reflexión sería si realmente somos percibidos así por las personas de los diferentes entornos en los que nos movemos. ¿Nos ven de este modo? ¿Es perceptible en nuestras vidas que somos agentes de restauración y reconciliación? ¿Hay posibilidad de que las personas, lo manifiesten o no, se planteen la necesidad de Dios debido a nuestra interacción continuada con ellas? Sería muy interesante, y tal vez fuente de muchas sorpresas, si pudiéramos recibir una evaluación honesta, directa, veraz de cómo somos percibidos por aquellos que nos tienen más cerca de ellos.

Siguiendo el lenguaje de Pablo ¿Qué aroma desprende tu vida?