DAR 4



Tened esto en cuenta: quien siembra con miseria, miseria cosechará; quien siembra a manos llenas, a manos llenas cosechará. (2 Corintios 9:6)


En el siglo XVII el físico y matemático inglés Isaac Newton descubrió lo que conocemos como la ley de la gravedad. Nuestro Dios, cuando creó el universo, estableció toda una serie de leyes físicas y de otro tipo que rigen todo lo creado por Él. No importa si somos conocedores o conscientes de las mismas, funcionan independientemente de nosotros, y cuando las violamos sufrimos las consecuencias. Una persona puede ser ignorante de la ley descubierta por Newton, pero si se sube a un edificio de 20 pisos y se tira al vacío podrá experimentar las consecuencias de haberla quebrantado, tanto si le gusta como si no.

El Señor ha establecido también leyes espirituales bajo las cuales nos movemos y actuamos. De nuevo, cuando las quebrantamos por ignorancia o intencionalidad, sufrimos las consecuencias. Esto sucede porque del mismo modo que las leyes físicas, las espirituales tienen su propia dinámica y esta nos afecta. Pablo, escribiendo a los corintios, habla de la ley de la siembra y la cosecha. La misma, establecida como ya dije por Dios, afirma que si damos con miseria es miseria lo que recibiremos; contrariamente, si damos con abundancia del mismo modo recibiremos. Es una ley de proporcionalidad, la vida nos devuelve aquello que sembramos y en la misma proporción que lo hacemos. Y no sólo en el aspecto económico, sino también en el emocional, social, intelectual y espiritual. Podemos ignorar las leyes de Dios ¡Sin duda! pero no podemos eludir su impacto sobre nuestras vidas. Es por eso que Pablo comienza su consejo a los corintios y, por extensión a todos nosotros, con las palabras: tened esto en cuenta.


¿Cómo estás practicando la ley de la siembra y la cosecha?

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