ECLESIASTÉS: ETERNIDAD



Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. (Eclesiastés 3:11)


La afirmación de la Biblia es que en nosotros existe un sentido de eternidad. En ausencia de una forma mejor de explicarlo lo interpreto como una vocación hacia el sentido, el propósito y el significado. A pesar de que en los últimos doscientos años se ha erosionado de forma intencional la singularidad del ser humano, no podemos vivir como simples animales. Nos dijeron que somos única y exclusivamente un producto de una evolución ciega. Somos lo que somos pero pudimos ser cualquier otra cosa. Nos dijeron que la única diferencia entre nosotros, un árbol o una piedra, es la manera en que los elementos químicos se han combinado. Nos han afirmado que toda nuestra vida emocional e intelectual queda resumida a simples impulsos eléctricos. La consecuencia lógica de todo ello es que nuestra vida tiene simplemente una dimensión física; comamos y bebamos porque... Sin embargo, algo en el fondo de nosotros mismos nos dice que debe haber algo más. Hay un dolor profundo que, a pesar de que la sociedad trata de anestesiarlo (con considerable éxito, todo sea dicho de paso) de tanto en tanto sale a la superficie y nos recuerda que somos algo más y que necesitamos aspirar a algo más.

Pascal, el matemático y filósofo francés, afirmaba que en nuestro corazón hay un vacío en forma de Dios y que, por tanto, solamente Él puede llenar. San Agustín, dijo que hemos sido creados para Dios y nuestras almas sólo encontrarán descanso en Él. David, el salmista, afirmó que, como un ciervo brama por corrientes de agua, del mismo modo nuestra vida tiene sed de Dios. Perder el sentido de eternidad nos vuelve menos humanos.


¿Cómo está tu sentido de eternidad?




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