JESÚS, LEALTADES
En cierta ocasión fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos; pero se había reunido tanta gente que no podían llegar hasta él. Alguien le pasó aviso: Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte. Jesús contestó: — Mi madre y mis hermanos son todos los que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen en práctica. (Lucas 8:19-21)
Este pasaje nos habla de lealtades. Todos nosotros tenemos un buen número de ellas; políticas, religiosas, familiares, nacionales, sociales, deportivas y de otra índole. Como en nuestros días las más fuertes en la época de Jesús eran las familiares y nacionales. Los judíos eran un pueblo extremadamente nacionalista, un nacionalismo que, a menudo, era xenófobo y le llevaba al desprecio total y absoluto del diferente. Génesis tres nos enseña que el pecado ha roto las relaciones entre los seres humanos y unos dañan, abusan y se enseñorean de otros en función de las diferencias de sexo, cultura, religión, economía, nacionalidad y cualquier otra que nos lleve a despreciar al otro. La historia nos deja un triste registro de las barbaridades que unos seres humanos han inflingido a otros en nombre de una diferencia que les llevaba a creerse superiores nacional, religiosa, económica o racialmente.
La venida de Jesús cambia de forma radical el panorama, el enfoque, el paradigma. El Maestro viene a romper esas barreras tradicionales de lealtad y afirmar que por encima de las mismas existe una mayor que ensombrece y deja en un lugar secundario a todas las demás, la pertenencia al Reino de los cielos. Jesús reconoció en los gentiles más fe que en el propio Israel (recordemos el caso de la mujer sirio fenicia y el centurión que pidió que su siervo fuera sanado), aceptó a mujeres entre sus discípulos y tuvo palabras de elogio para los samaritanos a los que hasta puso de ejemplo en sus historias. Pablo nos indica que en Jesús y gracias a Él las grandes divisiones de su tiempo han quedado totalmente obsoletas. Ya no hay hombre ni mujer, esclavo ni libre, griego ni judío. Apocalipsis nos indica que en la ciudad celestial vamos a encontrar gente de todo pueblo, tribu, raza y nación unidos alrededor del Cordero.
En este pasaje Jesús no niega el valor de las lealtades, las pone en la perspectiva correcta. Ama a tu familia, tu lengua, tu patria, tu nación, tus preferencias. Sin embargo, no olvides que por encima de todas ellas existe una lealtad mayor y superior, el Reino de Dios y cuando haya un conflicto de lealtades debes de saber claramente que primero es lo primero. Ama todo lo anteriormente dicho pero cuando la afirmación de lo tuyo te lleva al menosprecio del otro, a los sentimientos de superioridad de cualquier tipo, piensa que tal vez has perdido la perspectiva y no estás alineado con el Jesús que supera todas las divisiones artificiales generadas por el pecado.
Jesús afirma que donde está nuestro tesoro está nuestro corazón. No sería descabellado pensar que lo mismo pasa con nuestras lealtades ¿Dónde están tus lealtades?
Comentarios
Publicar un comentario