SALMO 99/ DIOS HABLA



De sus sacerdotes, Moisés y Aarón; de los que invocaban su nombre, Samuel: ellos llamaban al Señor y Él les respondía. (Salmo 99:6)


Siempre he encontrado fascinantes los relatos bíblicos en los que Dios hablaba con personas y éstas podían escuchar y entender su voz con claridad. Pero la sorpresa fue para mí descubrir que ese privilegio, que en la antigüedad parecía esta reservado unos cuantos escogidos, está al alcance de cualquiera que sea un seguidor de Jesús. El mismo Maestro prometió una y otra vez que nosotros, sus seguidores y discípulos, tendríamos ese privilegio. Pero ¿Cómo podemos escuchar la voz de Dios?

En primer lugar es importante pensar en cómo nos habló el Señor en el pasado. Él siempre está hablando. Pero también es cierto que como nosotros somos todos diferentes, a cada uno nos habla de una forma única y singular. ¿Cómo, en qué circunstancias percibiste con claridad esa voz? ¿Qué medios utilizó Dios para hablarte? En segundo lugar es fundamental que no haya ningún obstáculo que nos impida escuchar. Puedo garantizarte que si existe pecado no confesado en tu vida, o hay áreas de abierta rebelión y/o desobediencia, difícilmente podrás percibir su voz. El tercer lugar hay que revisar las motivaciones. Estoy convencido que el Señor habla a aquellos que están dispuestos a seguir sus mandatos. No confundamos a Dios con Google donde uno hace búsquedas para satisfacer su curiosidad. Dios sólo habla a aquellos dispuestos a seguir su voluntad. Finalmente, verifica siempre tus impresiones con la Palabra escrita de Dios.



¿Percibes la voz de Dios? En caso negativo ¿Qué te impide hacerlo? ¿Qué puedes hacer al respecto?




Comentarios

  1. Otra verdad para crecer. He tenido la seguridad de oír a Dios hablarme, queriendo rescatarme de mis malas decisiones. He visto como a través de las circunstancias nos hablaba. He escuchado su voz utilizando la Biblia. He oído su voz hablándome a mi utilizando personas que no eran seguidoras de Jesús.
    Le he visto y me habló en la naturaleza. Si presto atención, si me paro y medito, cada segundo todo lo que me rodea puede estar siendo utilizado por Dios para hablarme.

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