MOISÉS/ PERSISTENCIA/ ÉXODO 6



Preséntate al faraón, rey de Egipto, y dile que deje salir de su país a los israelitas. Respondió Moisés al Señor: Si ni siquiera los propios israelitas me hacen caso, ¿Cómo me va a hacer caso el faraón, con lo torpe de palabra que soy? (Éxodo 6:12)

El problema de leer los textos bíblicos tan conocidos y el hecho de que los autores resuman en pocas palabras procesos personales profundos; hace que sea difícil para nosotros captar lo que los protagonistas debían de sentir y experimentar.

Moisés tuvo que superar muchas reticencias para llevar a cabo el encargo de Dios de presentarse ante faraón; el resultado no pudo ser más catastrófico desde todo punto de vista. El rey, no solamente no dejó ir al pueblo, sino que endureció sobremanera sus condiciones de vida. Aquello provocó una reacción, natural por otra parte, de los israelitas contra Moisés a quienes culparon de toda la situación. ¿Cómo debía sentirse después de que su fallida intervención trajera más calamidad sobre el pueblo? ¿Qué autoestima resiste el fracaso y la culpa que se experimenta cuando otros te hacen responsable de lo que les sucede? ¿Con qué ánimos se enfrenta uno de nuevo a su misión?

Este es el lamentable pero comprensible estado en el que Moisés se encuentra cuando Dios, de nuevo, le encomienda la responsabilidad de presentarse ante el rey. Moisés está experimentando una crisis de credibilidad hacia su persona y misión y así se lo hace notar a Dios. Éste, sin embargo, no está interesado en el éxito a corto plazo del profeta, más bien en su fidelidad al llamado que es el criterio que el Señor usa para definir el éxito. 

Moisés es un buen espejo en el que verse reflejado. Yo me miro en él y me devuelve la sensación de cansancio por la incredulidad de las personas con las que trabajo -seguidores de Jesús y no seguidores del Maestro- y el desánimo ante la falta de resultados. Me miro y puedo entender los sentimientos que experimentó el profeta y los puedo identificar en mi propia vida; ese sentimiento de no ser escuchado ni valorado por propios y extraños. Pero a mis espaldas sigo escuchando la voz del Señor que me llama de nuevo a la misión, que me renueva su confianza y que me hace ver que el éxito -a diferencia de cómo lo valora la sociedad- no está basado en los resultados, está basado en la fidelidad al llamado; los resultados, cuando hablamos de vidas y transformación, siempre dependen del Señor.


¿Qué experimentas cuando enfrentas situaciones similares a las de Moisés? ¿Por qué es importante separar fidelidad y resultados?

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