1 CORINTIOS/ SALIDA A LA TENTACIÓN/ 1 CORINTIOS 10:1-13
Hasta ahora, ninguna prueba os ha sobrevenido que no pueda considerarse humanamente soportable. Dios es fiel y no permitirá que seáis puestos a prueba más allá de vuestras fuerzas; al contrario, junto con la prueba os proporcionará también la manera de superarla con éxito. (1 Corintios 10:13)
Pablo ya nos advirtió de estar alertas frente a la tentación para asegurarnos que no caemos en la misma. Ahora, en este fragmento, nos indica varias cosas con respecto a la misma. La primera, nuestras tentaciones no son únicas. Lamentablemente no somos seres tan excepcionales como pensamos y las que afrontamos son similares a las que afrontan otros seguidores de Jesús. Segunda, el Señor no permite que seamos tentados más allá de lo que podamos resistir, de lo cual se deduce que toda tentación es superable. La tercera, que junto con la tentación -prueba en esta versión de la Biblia- Dios nos concede la salida. La palabra griega utilizada ekbasis, que literalmente significa un paso estrecho en la montaña, algo así como lo que reproduce la foto, difícil pero posible.
Ahora bien, para ser honestos, la práctica es más difícil que la teoría. El pecado tiene un poder adictivo en la vida de todas las personas. Ciertamente ya no nos puede condenar, sin embargo, nos puede esclavizar y, como dijo Jesús, todo aquel que hace pecado se convierte en la práctica en un esclavo del mismo. ¿Cómo es eso posible? La neurociencia nos lo explica. La práctica continuada de una determinada conducta hace que el cerebro la automatice y de manera mecánica la reproduzca sin que medie la voluntad por medio. Dicho de otro modo, hay una diferencia entre un pecado puntual ante el cual respondemos con confesión y cambio, y un pecado que practicamos de manera habitual y que el cerebro acaba automatizando. Este último genera una adicción similar a cualquier otro tipo de adicción y, consecuentemente, debe ser confrontada y tratada de la misma manera.
Santiago, el hermano de Jesús afirma que debemos confesarnos nuestros pecados los unos a los otros para que seamos sanados. Creo que hay determinadas conductas de pecado que no podrán ser sanadas a menos que las verbalicemos a otros seguidores de Jesús y, de este modo, rompamos el hechizo del pecado, su fuerza, su poder que se atrinchera en el silencio. Ahora bien ¿Tenemos comunidades terapéuticas donde el pecado pueda ser expuesto sin miedo a ser linchados? Creo que no, sin embargo, debemos construirlas porque es vital para tener una fe saludable.
¿De qué modo esto te ayuda a entender tu propia conducta?
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